Cristo, la piedra angular
El ejemplo de los santos nos recuerda que la verdadera caridad es el amor en acción
La fecha de publicación de esta columna es el viernes 27 de septiembre, memorial de san Vicente de Paúl. Aquí, en el centro y el sur de Indiana, el nombre de san Vicente de Paúl es muy conocido e incluso tenemos parroquias, escuelas y un hospital que llevan el nombre de este gran santo. Muchas de nuestras parroquias tienen sucursales de la sociedad que lleva el nombre de san Vicente de Paúl y que se dedica al servicio de los pobres.
Se trata de un gran legado puesto que se trataba de un hombre humilde nacido en Francia en 1581 que dedicó toda su vida a atender las necesidades espirituales y materiales de los demás. San Vicente fue pastor, educador y defensor incansable de los pobres y vulnerables. Su nombre se asocia en todo el mundo con el término “caridad,” que nuestra tradición cristiana entiende como “amor en acción.”
Proporcionar alimento, ropa y cobijo a quienes no los tienen, ya sea porque perdieron su trabajo, son inmigrantes o refugiados o simplemente por incapacidad de cubrir las necesidades más básicas de la vida, es una continuación de la obra de Jesucristo, que también fue un sin techo.
Estas se denominan obras corporales de misericordia porque atienden las necesidades fundamentales del ser humano: alimentar al hambriento y dar de beber al sediento, vestir al desnudo y dar albergue al indigente, visitar a los enfermos y a los prisioneros, y dar sepultura a los muertos. Las llamamos obras de misericordia porque revelan el amor y la compasión de Dios por todos sus hijos, especialmente por los que más necesitan de su ayuda.
El Catecismo de la Iglesia Católica (#2446-2447) define las obras de misericordia como acciones caritativas que tienen sus raíces en la justicia de Dios. Citando a san Gregorio Magno, el catecismo nos dice: “lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos.” Es preciso “satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia” (#2246).
¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puede ser que vestir al desnudo y dar cobijo a los sin techo sean actos de justicia y no obras de misericordia? ¿Acaso tenemos en verdad una “deuda de justicia” con los pobres? ¿De quién es la responsabilidad de proporcionar refugio y ropa a los necesitados? ¿Es esta la obligación de la sociedad? ¿Es responsabilidad de la Iglesia? ¿En virtud de qué norma religiosa o moral estamos obligados a apoyar a quienes no gozan de las necesidades básicas de la vida?
Las Escrituras nos lo dicen: “El que tiene dos túnicas dé al que no tiene, y el que tiene comida haga lo mismo” (Lc 3:11). “Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta la comida diaria, y alguno de ustedes les dice: ‘Vayan en paz, caliéntense y sáciense’ pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (Stg 2:15-16)
Con Dios, la misericordia y la justicia nunca están separadas. Este es otro ejemplo más del principio del “tanto y el como” nuestras enseñanzas de la fe católica. Cuando realizamos obras de misericordia corporales en nombre de Jesús, estamos tanto realizando actos de caridad como también pagando una deuda de justicia y compartiendo con los pobres la herencia que les corresponde como miembros de la familia de Dios.
Según el catecismo: “El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó: ‘Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, somos buen olor de Cristo’ (#2449). No debemos dejar de ayudar al prójimo, porque en él servimos a Jesús. Como enseñó Santa Teresa de Calcuta, cuando ayudamos a los demás (especialmente a los más pobres entre los pobres) es para Jesús, con él y por él. Esto es amor en acción: trabajo caritativo ofrecido por la abundancia de amor abnegado.
Caridades Católicas proporciona ayuda y genera esperanza para las personas necesitadas en todo el centro y el sur de Indiana, independientemente de su origen religioso o de sus circunstancias socioeconómicas. En consonancia con la obra de San Vicente de Paúl, Caridades Católicas aboga por la justicia en las estructuras sociales y llama a todas las personas de buena voluntad a hacer lo mismo. Las agencias situadas en diversas regiones de nuestra Arquidiócesis trabajan con individuos, familias y comunidades para ayudarles a satisfacer sus necesidades, superar obstáculos, eliminar la opresión y construir una sociedad justa y compasiva.
Cuando rezamos por los pobres, invocamos la misericordia de Dios sobre nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Cuando donamos ropa a la Sociedad de San Vicente de Paúl, y cuando contribuimos a nuestras agencias locales de Caridades Católicas o a los Servicios de Auxilio Católicos internacionales o de los obispos estadounidenses, llevamos a cabo las obras de misericordia corporales más básicas: vestir al desnudo y dar cobijo a los sin techo.
Recordemos a san Vicente de Paúl al proporcionar ropa y cobijo a quienes necesitan nuestra ayuda. Los dones que compartimos con ellos no son en verdad nuestros sino que pertenecen al Dios justo y misericordioso, que los ha confiado a nuestro cuidado. †