January 20, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Sigamos el ejemplo del papa: vivamos el Evangelio en palabras y obras

El papa Francisco es una caja de sorpresas. Esto lo vivimos de primera mano cuando el arzobispo Joseph W. Tobin fue elevado al Colegio de Cardenales, un acontecimiento que tomó por sorpresa incluso al propio arzobispo.

El papa argentino tiene una forma distinta de hacer las cosas con respecto a sus predecesores. Eso no lo hace ni mejor ni peor que los sumos pontífices de años recientes, pero de alguna forma se asemeja a las enseñanzas del papa San Juan XXIII que sorprendió al mundo entero cuando convocó al Concilio Vaticano II y causó conmoción al “abrir las ventanas de la Iglesia” al mundo moderno.

San Juan XXIII fue un tradicionalista de corazón que sentía un amor y un respeto profundos por las enseñanzas y las prácticas fundamentales de la Iglesia. Pero también era un hombre del pueblo que reconocía que era necesario un cambio, por el bien del Evangelio y para beneficio de la misión evangelizadora de la Iglesia.

Los papas que sucedieron a Juan XXIII reafirmaron la necesidad de un cambio radical, una nueva evangelización, pero cada papa en lo sucesivo ha materializado estos cambios de manera diferente. Yo sostengo que estas diferencias han sido en cuanto a forma y no a fondo.

El papa y beato Pablo VI no fue capaz de rechazar la doctrina tradicional de la Iglesia en cuanto a la vida humana y la sexualidad. Juan Pablo II fue un ardiente defensor de la libertad quien se opuso firmemente a los sistemas opresores y totalitarista en los que creció. Benedicto XVI argumentó acaloradamente contra el peligro del “relativismo” en los ámbitos político y eclesiástico. El papa Francisco defiende a los pobres y se opone a todos los esfuerzos tendientes a marginalizar a las personas y los pueblos. También ejerce su ministerio de una forma más abierta y personal, enviando notas manuscritas, realizando llamadas telefónicas a altas horas de la noche y visitando hospitales, cárceles y campos de refugiados sin previo aviso.

Todas estas posturas papales representan aspectos de la doctrina de la Iglesia que resultan esenciales para el discipulado cristiano en nuestro mundo contemporáneo. Todas reflejan las palabras y el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que es la Verdad, el Camino y la Vida. Todas representan la autenticidad de los seres humanos que se sientan en la Silla de San Pedro en momentos específicos a lo largo de la historia humana.

Los sumos pontífices que antecedieron al papa Francisco fueron, al menos en retrospectiva, más predecibles. No fueron tan dados a realizar gestos o movimientos sorpresivos como nuestro actual Santo Padre.

Jorge Mario Bergoglio, cuando era cardenal obispo de Buenos Aires, sorprendía al pueblo al subirse al autobús, cocinar sus propios alimentos y lavarse su propia ropa. Eso fue lo primero que atrajo a Marie Tobin, la madre de nuestro arzobispo anterior, hacia el cardenal argentino. La Sra. Tobin se sorprendió gratamente al descubrir que era un hombre sencillo que no se daba ningún postín. Años más tarde, la Sra. Tobin quedó nuevamente sorprendida—y muy contenta—de que el Santo Padre reconociera esas mismas cualidades en su hijo, ahora el cardenal Joseph W. Tobin.

¿Cómo debemos interpretar las sorpresas del papa Francisco? ¿Qué enseñanzas encierran para nosotros? ¿Cómo podemos aprender de ellas y aplicarlas en nuestra vida cotidiana?

Una edición reciente de Rome Reports, un boletín que sigue las actividades diarias del papa, presentó un resumen de las enseñanzas del papa Francisco con sus propias palabras:

Enseñanza #1: “Dios no desea la condena de nadie, de nadie. Una vez escuché un algo muy bello que decía: ‘No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro.’ ¡Qué hermoso es esto!”

Enseñanza #2: “¿Qué significa ignorar el sufrimiento del hombre? Significa ignorar a Dios. Si no me acerco a ese hombre, a esa mujer, a ese niño, a ese anciano o a esa anciana que sufre, no me acerco a Dios.”

Enseñanza #3: “El cristiano no excluye a nadie; le ofrece un lugar a todos y tiene espacio para todos. Dejen que se acerquen a ustedes.”

Considero que los gestos, los símbolos y las sorpresas que nos da el papa Francisco están destinados a destacar sus enseñanzas: Dios está cerca de nosotros, pero para poder tocarlo, debemos caminar junto a nuestros hermanos, especialmente aquellos que se encuentran en los márgenes de la sociedad. Todos somos amados. No hay ningún pecado que Dios no pueda perdonar. Todos tienen un lugar en la gran familia de Dios.

Sigamos el ejemplo del papa Francisco. Comprometámonos a vivir y a proclamar el Evangelio de Jesucristo a través de nuestras palabras y obras. Por encima de todo, debemos estar dispuestos a abandonar nuestra comodidad para llegar a los demás, para encontrarnos con Cristo.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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