El rostro de la misericordia / Daniel Conway
La gracia de la memoria hace posible la esperanza
“La esperanza: Mirar al futuro. Así como no se puede vivir una vida cristiana sin la memoria de los pasos dados, no se puede vivir una vida cristiana sin mirar al futuro con la esperanza del encuentro con el Señor.”
(Papa Francisco, homilía del 27 de enero de 2017).
Continuando con uno de sus temas predilectos, el de la importancia de “ir adelante en la fe” y no quedarnos atascados en el aquí y ahora, el papa Francisco nos dice que la “memoria,” nuestra capacidad para recordar, es esencial para avanzar en el camino de la vida. La memoria es motivación; es lo que nos impulsa a seguir adelante y a ser un pueblo que honra el pasado aunque miremos hacia el futuro con esperanza.
Al recordar la bondad y los abundantes obsequios de Dios, nos sentimos agradecidos. El Santo Padre afirma que esto es especialmente cierto cuando evocamos “la memoria de los problemas de mi vida” y “cómo me ha salvado el Señor de estos líos.” En realidad no podemos comprender el poder salvador de Dios a menos que reconozcamos el poder del pecado, “las pruebas sufridas” por los hombres y mujeres de fe que las han resistido a lo largo de muchas generaciones.
El papa Francisco nos dice que “la memoria es una gracia. Señor, que yo no olvide tu paso en mi vida, que yo no olvide los buenos momentos, también los feos; las alegrías y las cruces.”
Inclusive el recuerdo de los malos momentos es algo necesario para evitar quedar paralizados por la inacción. Los momentos de sufrimiento nos recuerdan que no debemos conformarnos con nada menos que la perfección, tanto con respecto a nuestras propias vidas como a las vidas de los demás. Estamos llamados a ir en pos y a esforzarnos por aquello que es bueno y verdadero, sin dejarnos caer en el conformismo de cumplir con los requisitos mínimos de la vida cristiana.
El papa Francisco cree que un enfoque minimalista al discipulado cristiano, es decir, cumplir con los mandamientos pero no arriesgarnos, no ir más allá por amor a Cristo y a su pueblo necesitado, puede llegar a paralizarnos. “Te hace olvidar las tantas gracias recibidas,” destaca el papa. “Te quita la memoria, te quita la esperanza porque no te deja ir.”
“Ésta es la pusilanimidad: éste es el pecado contra la memoria, el coraje, la paciencia y la esperanza,” afirma. “Que el Señor nos haga crecer en la memoria, nos haga crecer en la esperanza, nos dé cada día coraje y paciencia y nos libere de esa cosa que es la pusilanimidad, tener miedo de todo.”
Desde el inicio de su pontificado, el papa argentino nos ha exhortado a “abandonar nuestra comodidad,” a avanzar en la fe y a no dudar en proclamar el Evangelio con palabras y obras.
Ha hecho especial énfasis en desafiarnos a ir hacia la periferia, a los márgenes de la sociedad civil y eclesiástica donde más se requiere la acción salvadora de Jesucristo. El Santo Padre se ha pronunciado anteriormente contra los “cristianos perezosos”: aquellos de nosotros que estamos demasiado cómodos o acostumbrados a ciertas cosas como para ser valientes en palabras o acciones en nombre de los demás.
“La esperanza: Mirar al futuro” es lo que el papa Francisco nos invita a recordar mientras pedimos por el don de la memoria que nos ayudará a combatir la pusilanimidad y la apatía. El Santo Padre nos dice que “así como no se puede vivir una vida cristiana sin la memoria de los pasos dados, no se puede vivir una vida cristiana sin mirar al futuro con la esperanza del encuentro con el Señor. El que quiera conservar su propia vida, la pierde,” nos recuerda el papa Francisco.
El esfuerzo de salvar nuestras vidas, de mantenernos a salvo, cómodos y despreocupados con respecto al sufrimiento de los demás, al final nos destruirá; hará que olvidemos todas las esperanzas y las alegrías que provienen de vivir vidas plenas y productivas imitando a Cristo quien lo dio todo para salvarnos del pecado.
La memoria es una gracia de Dios. Recordar todo lo que Dios ha hecho por nosotros, en las buenas y en las malas, nos ayuda a aceptar la invitación de Cristo a seguirlo y a proclamar la Buena Nueva hasta los confines de la Tierra.
“Hagan esto en conmemoración mía” (Lc 22:19, 1 Cor 11:24), nos ordena el Señor. ¿Estamos dispuestos a escuchar y a obedecer? ¿O acaso nos hemos vuelto demasiado cómodos, demasiado temerosos o cobardes?
La gracia de la memoria hace posible la esperanza. Recemos para recibir la gracia de jamás olvidar la bondad del Señor para con nosotros, o la gran tarea que nos encomendó: ¡proclamar el Evangelio a todo el mundo con nuestras palabras y nuestras acciones!
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †