March 31, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

La cuaresma nos invita a abrir el corazón y a observar los obsequios de Dios

Solemos pensar en la Cuaresma como una época de oración, ayuno y limosna, y ciertamente esto forma parte de esta temporada. Pero el papa Francisco nos desafía a pensar sobre la Cuaresma de una forma distinta, a verla desde la perspectiva del misterio pascual. Desea que aprovechemos este tiempo para aprender a valorar cada vez más los dones que hemos recibido de Dios, especialmente el don del prójimo, nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

El mensaje cuaresmal del papa de este año 2017 presenta una reflexión sobre la historia de Lázaro y el hombre rico que encontramos en el Evangelio. El Santo Padre comienza su reflexión de la siguiente forma:

“La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas [Lc 16:20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.

“La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente ‘Dios ayuda.’ Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano.”

En tanto que el hombre rico se niega a ver a Lázaro, no puede reconocer ni mucho menos apreciar el “tesoro de valor incalculable” que es este hombre “aunque su condición concreta sea la de un desecho humano.”

La ceguera espiritual es una imagen que el papa Francisco utiliza a menudo en sus homilías y entrevistas. “Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo—nos dice el Santo Padre—y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.”

¿Cuál es la cura para este tipo de ceguera? La tradición cristiana dice que se requiere una conversión, un cambio de actitud. A menos que nos despojemos de nuestro egocentrismo que nos concentra exclusivamente en nuestras propias necesidades y deseos, jamás podremos ver en realidad el tesoro que tenemos delante. Únicamente cuando empezamos desde cero, abriendo nuestros corazones a la Palabra de Dios—el único que puede liberarnos—logramos también abrir los ojos.

De acuerdo con el papa Francisco, el verdadero problema del hombre rico, el origen de todas sus desdichas, es su incapacidad para prestar atención a la palabra de Dios. “Esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo.” El Papa nos recuerda que “la Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios.” Cuando cerramos el corazón al obsequio de la Palabra de Dios, inevitablemente cerramos nuestros corazones al obsequio que son nuestros hermanos.

Esta dureza de corazón es lo que nos impide abrir los ojos y reconocer los dones que Dios nos da en las personas que se encuentran delante de nuestros ojos y que ni siquiera podemos ver. El nombre Lázaro significa “Dios ayuda” pero si no podemos ver al prójimo en su sufrimiento, estaremos ciegos a la ayuda que Dios nos ofrece.

Y así, el Santo Padre reza: “Que el Espíritu Santo nos guie a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados.”

La Cuaresma es un momento ideal para emprender este “camino de conversión.” Al prestar especial atención a la palabra de Dios podemos abrir nuestros corazones a los dones de Su Palabra y al obsequio que son las demás personas para nosotros.

“Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.”

¡Convirtamos la Cuaresma en una época para abrir el corazón y ver realmente los dones de Dios!
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

Local site Links: