April 7, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

La justicia y la misericordia se reflejan en la cruz de Cristo

“Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: ‘Tomad, comed; esto es mi cuerpo.’ Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: ‘Bebed todos de ella; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados’ ” (Mt 26:26-28).

Este domingo es el Domingo de Ramos de la Pasión de Cristo. Es el último domingo de la Cuaresma, la culminación de seis semanas de oración, ayuno y obras de caridad en preparación para la jubilosa celebración de la Pascua.

La Pascua se puede describir como una celebración del triunfo del amor y del perdón sobre la muerte y la venganza. El enorme sacrificio que realizó Jesús en la cruz fue un acto de divina misericordia. No solamente perdonó a los que lo habían traicionado y le dieron muerte, sino que nos perdonó a todos por cada pecado cometido (en el pasado, en el presente o en el futuro) y estableció más allá de cualquier duda que el amor y la misericordia de Dios son más fuertes que el pecado y la muerte.

La misericordia es uno de los temas que el papa Francisco ha abordado sistemáticamente. De hecho, en 2016 pasamos todo el año (el Año de la Misericordia) explorando este poderoso atributo divino.

Jesús es el rostro de la misericordia; Es un icono o una imagen sagrada del amor y del perdón del Padre para toda la humanidad. Cuando miramos a Jesús y cuando escuchamos sus palabras de compasión y esperanza incluso para con los pecadores más empedernidos, vemos a Dios y escuchamos Su voz que nos habla directamente. El Papa nos recuerda que Dios es amor y la misericordia es Su obsequio eterno para nosotros, la fuente de sanación, esperanza y salvación.

Pero los escépticos entre nosotros no pueden evitar preguntar “¿Y qué hay acerca de la justicia? ¿Cómo un Dios tan misericordioso puede ser también un Dios de justicia? ¿Acaso no hay aquí una contradicción?”

“No” dice el Papa Francisco sin dudarlo ni un momento. “En Dios, la justicia es misericordia y la misericordia es justicia». La justicia y la misericordia no son dos aspectos distintos para Dios. Son lo mismo: ser justos con misericordia, como lo fue Jesús.

Por ejemplo, nuestro Señor no aprobaba el adulterio, pero amaba y perdonaba a las personas que habían cometido adulterio, aunque los exhortaba a que no volvieran a pecar.

La justicia divina implica decir la verdad con amor, como lo hizo Jesús. No fingía que los pecados graves “no tenían importancia.” No le rehuía a los pecadores ni tampoco actuaba como si fueran incorregibles. Al contrario, nos dijo que “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos” (Lc 5:31). El Divino Médico no minimiza ni niega el estado del paciente; lo sana mediante el poder de su amor y su perdón, y lo exhorta a que “no peque más.”

Pero el Santo Padre prosigue: “Uno de mentalidad casuística puede preguntar: “Pero, ¿qué cosa es más importante, en Dios? ¿Justicia o Misericordia?” También es un pensamiento enfermo, que trata de salir… ¿Qué cosa es más importante? No son dos: es uno solo, una sola cosa. Que el Señor nos ayude a comprender este camino, que no es fácil, pero que nos hará felices a nosotros, y hará feliz a tanta gente.”

En Dios, la justicia y la misericordia se funden para formar un solo atributo divino. Puesto que nuestra visión es limitada solamente vemos en blanco y negro (justicia o misericordia), pero la visión de Dios es mucho más amplia y multidimensional. Dios nos ve a cada uno de nosotros y es capaz de penetrar debajo de la superficie, más allá de nuestras acciones y comportamientos. Dios ve nuestros corazones y, si bien nos juzga de un modo justo, también lo hace con gran compasión y un inmenso poder sanador. La justicia de Dios es misericordiosa y su misericordia es justa. Quizás esto resulte un poco difícil de comprender, pero el papa Francisco nos dice que esta es la verdad absoluta.

“¿Quién soy yo para juzgar?” No es una declaración permisiva. Pecado es pecado. A nadie ayudamos al fingir que los pecados de una persona no resultan hirientes para ellos mismos y para los demás. Pero el Señor nos ha ordenado que no juzguemos a los demás porque Dios sabe que nuestra visión y nuestra capacidad de entendimiento son demasiado limitados para comprender la verdad completa sobre la justicia y la misericordia divinas.

A medida que concluimos esta época de cuaresma y nos preparamos para el triduo y la temporada de Pascua, oremos para recibir el perdón de nuestros pecados, así como también para perdonar a los que han pecado contra nosotros.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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