El rostro de la misericordia / Daniel Conway
La resurrección de Cristo es la ‘buena nueva por excelencia’
Cuando el ángel dijo a las mujeres que se habían reunido ante el sepulcro vacío: “No temáis; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, porque ha resucitado. […] Venid, ved el lugar donde yacía” (Mt 28:5-6), proclamaba la Buena Nueva. El papa Francisco denomina este momento “la culminación del Evangelio.” Es en ese instante cuando vemos claramente la consumación del plan de Dios para con nosotros y el mundo.
“Este evento es la base de nuestra fe y nuestra esperanza,” nos dice el papa. “Si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo habría perdido por completo su significado; la misión de la Iglesia en pleno habría perdido su impulso ya que parte de ese mismo instante y continúa haciéndolo una y otra vez.”
El significado del cristianismo está ligado a dos grandes misterios: la Encarnación (la transformación de Dios en hombre) y la resurrección (el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte). Sin la Encarnación, nos mantenemos alejados de Dios; sin la resurrección seguimos siendo esclavos del pecado. Estos dos misterios enmarcan la historia del cristianismo, los cimientos de nuestra esperanza y nuestra alegría.
El papa Francisco nos dice que “el mensaje que los cristianos dan al mundo es el siguiente: Jesús, el amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo convirtió en Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el amor triunfó sobre el odio, la misericordia sobre el pecado, la bondad sobre el mal, la verdad sobre la mentira, la vida sobre la muerte.”
En verdad, estas son buenas noticias. Se trata del anuncio de nuestra liberación de un destino frío y cruel, la transformación de un mundo dominado por la desesperanza en un mundo impregnado de la gracia salvadora de Dios.
Por ello, el papa invita a todos: “¡Vengan y vean!” Es por ello que insiste en que “en cada situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no son meras palabras, sino un testimonio de amor fiel e incondicional.”
El amor fiel e incondicional de Dios no es solamente un sentimiento piadoso; es una declaración impactante de quién es Dios y de lo que estamos llamados a ser. El papa Francisco está convencido de que la resurrección de Jesús nos obliga a vivir y actuar de manera diferente. El misterio de la resurrección del Señor tiene repercusiones, ya que nos desafía a hacer a un lado nuestro egoísmo y salir al encuentro de los demás, a acercarnos a aquellos que están devastados por las dificultades de la vida, a compartir con los necesitados y a acompañar a los enfermos, los ancianos y los marginados.
“¡Vengan y vean!” proclama el papa. “El amor es más poderoso, el amor crea vida, el amor hace que brote la esperanza en el desierto.”
El “desierto” del que habla el papa Francisco se refiere a nuestro mundo privado de compasión, esperanza o alegría. Es el terreno yermo del pecado y de la muerte que nos esclaviza de todo lo bueno y dador de vida en nuestra existencia. Gracias a Dios, el amor es más poderoso y hace que la esperanza florezca y crezca en nuestros corazones.
“¡Con esta alegre certeza en nuestros corazones, acudimos a ti, Señor Resucitado! Ayúdanos a buscarte y encontrarte, a darnos cuenta de que tenemos un Padre y no somos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.”
Esta es la alegría de la Pascua, el amor que infunde vida. Es una alegría que nada tiene que ver con el egoísmo, sino que mira hacia afuera a nuestros hermanos y hermanas que se encuentran por todas partes.
“Ayúdanos a superar el azote del hambre, agravado por conflictos y por el enorme despilfarro del que a menudo somos responsables,” reza el papa Francisco.
“Ayúdanos a proteger a los vulnerables, especialmente a los niños, las mujeres y los ancianos que en ocasiones son objeto de explotación y de abandono.”
El papa Francisco continúa con una súplica para “consolar a todos aquellos que no pueden celebrar junto a sus seres queridos en esta Pascua porque les han sido injustamente arrebatados. Consuela a quienes han partido de su patria a lugares que ofrezcan esperanza de un mejor futuro y la posibilidad de vivir con dignidad y, no en pocas ocasiones, con la libertad de profesar su fe.”
La resurrección de Cristo es la “buena nueva por excelencia,” expresa el papa. Es esperanza y alegría para todos, a pesar de lo agotador de este mundo desgarrado por la guerra.
“Te pedimos, Señor Jesús, que pongas fin a todas las guerras y conflictos, sean estos grandes o pequeños, antiguos o recientes,” suplica el papa. ¡Que la buena nueva de la resurrección se difunda por todo el mundo y se anide en cada corazón humano!
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †