October 27, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

La alegría del Evangelio inspira la pasión por Jesús y su pueblo

La exhortación apostólica del papa Francisco, “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”) constituye una reflexión llena de inspiración y desafíos con respecto a la misión evangelizadora de la Iglesia.  

Está llena de inspiración porque nos sustrae del “gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia” y nos traslada a “la frescura original del Evangelio [del cual] brotan nuevos caminos, métodos creativos,” sin encerrar a Jesús en esquemas aburridos.

Pero la exhortación del papa también encierra desafíos: critica a los cristianos que atienden sus propias necesidades, en vez de velar por las necesidades de los demás, especialmente de los pobres y los más vulnerables. Y nos dice de una forma bastante directa que jamás encontraremos la felicidad verdadera a menos que hagamos a un lado nuestros propios intereses y deseos, y trabajemos por el bien del prójimo.

El papa nos dice que existe la necesidad de una “conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están.” También debemos propiciar la renovación de las estructuras eclesiales para “que todas ellas se vuelvan más misioneras” y se preocupen menos por preservar el status quo. El papa Francisco incluye al papado en su llamado a la renovación o a la conversión de las estructuras de la Iglesia para contribuir a que el ministerio del papa sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.”

¿Y qué tiene que ver todo esto con la alegría?

El papa Francisco considera la alegría como lo opuesto del egoísmo. Afirma que entre las tentaciones que a menudo aquejan a los cristianos se encuentran el individualismo, una crisis de identidad y el enfriamiento del fervor, y la peor de las amenazas: “el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando.”

El Santo Padre nos advierte acerca del derrotismo y exhorta a los cristianos a ser símbolos de esperanza que emprenden una “revolución de la ternura.” Nos dice que debemos protegernos contra la “espiritualidad del bienestar [...] sin compromisos fraternos” y a desterrar la “mundanidad espiritual” que consiste en “buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal.”

La alegría no es producto de satisfacer nuestras necesidades o deseos humanos. Proviene de cumplir la voluntad de Dios mediante la autoentrega y el servicio devoto hacia nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados.

La alegría del Evangelio se encuentra en los “evangelizadores con Espíritu” que “se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo” y que tienen “la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia [parresía], en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.” Esa alegría la sienten los evangelizadores que rezan y trabajan sobre la premisa de que su “misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo.”

El papa Francisco no tolera a los líderes de la Iglesia que “se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado [en el que] en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás.”

También critica a los clérigos que muestran “un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios.” El papa denomina esto “una tremenda corrupción con apariencia de bien.” Y exclama: “¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!”

En “La alegría del Evangelio,” el papa Francisco nos exhorta a cuidar a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad: “los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados.”

Habla acerca de las víctimas del tráfico con seres humanos y de las nuevas formas de esclavitud. “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia,” dice el papa. “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos.”

Y continúa: “no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. [...] No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana.” Igualmente, el papa hace un llamado a respetar a toda la creación y nos dice que es nuestro deber cuidar y proteger la fragilidad del mundo en el que vivimos.

La alegría del Evangelio proviene de cuidarnos mutuamente, especialmente a los más vulnerables, y de cuidar el hogar común. Inspira en nosotros la pasión por Jesús y por su pueblo, y hace que nos sintamos vivos en Cristo, pero muertos para el egoísmo y el pecado.

Que nuestra Santa Madre María, a quien celebramos de un modo especial durante este mes, interceda por nosotros en la búsqueda de la alegría del Evangelio. ¡Que ella nos muestre el camino hacia su Hijo, Jesús, la fuente de toda nuestra alegría!
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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